martes, 14 de diciembre de 2010

Una introducción al cine militante

Siempre me gustó la palabra “militante”, no sé qué es lo que tendrá, pero me atrapa. Si tuviera que hacer un ejercicio de asociación rápida de palabras, las primeras que se me vienen a la mente son juventud e ideales y si encima le sumamos el vocablo cine, mucho mejor.

En Argentina hubo dos grupos pioneros de cine “militante” en los setenta. Pero no hay que olvidarnos de Fernando Birri (“Tire dié”, 1956-58; “Los Inundados”, 1961), quien promovió una generación de realizadores comprometidos políticamente. Uno de los primeros fue el del Cine de la Liberación, conformado, entre otros, por Octavio Gettino y Fernando Pino Solanas. Algunas de sus producciones fueron “Las horas de los hornos”, un film que duraba más de tres horas y se proyectaba de manera clandestina en distintos centros comunitarios o espacios improvisados. Planteaba una relación público-espectador diferente: se convierte en un militante potencial al cual hay que inspirar el debate.

Alguien que aprendió mucho de ellos fue el reconocido cineasta Raymundo Gleyzer (desaparecido el 27 de mayo de 1976), quien junto a otro grupo de jóvenes -entre ellos su mujer Juana Sapire- fundó el “Cine de la base”, que se diferenciaba del “la liberación”, en dichos de la propia Juana, por “no ser peronista” (Las tres AAA, Ni olvido ni perdón, Swift). Como bien dice su nombre “de la base”, esta agrupación promovía la idea y la acción de proyectar sus películas entre obreros y niños, es decir, entre todas aquellas personas que de otra manera no tendrían acceso a esta clase de material. Al terminar la película, se formaban rondas y se discutía. Estas cintas eran protagonizadas por ellos mismos. Nada de actores de Hollywood, ellos eran los que después se veían reflejados en la pantalla. Muchas veces la policía o grupos armados militarizados llegaban al lugar, interrumpían la función y debían salir todos corriendo con equipos bajo el brazo y demás escenas que hacen a una desconcentración.

Un cine comprometido, transformador, que permite ver y pensar de otra forma. Un cine de denuncia social, revolucionario. Un cine político. Un cine como herramienta de lucha de su pueblo y Latinoamérica. Un cine argentino que existe.

Gracias Ceci y Pablo por el empujón…

Agustina Grasso