
Yendo a lo concreto de la película, ronda siempre un deseo oculto de que la mejoría llegará cuando ellos más la necesiten; si bien esta búsqueda de una mejor forma de vivir está presente en todas las personas, el film lleva a esos personajes a creer que un simple momento de sus vidas puede recobrar aquello que perdieron o nunca encontraron; tanto en un matrimonio avanzado como en uno joven; tanto sea en una carrera académica; o quizás en el profundo espiritualismo del alma.
Las ilusiones, formas magnificas de realidad, llevan a las personas a realizar actos para concretarlas que, muchas veces, terminan en desilusiones. Woody nos muestra cuán importantes e irreales son las ilusiones, lo cual nos lleva a reflexionar qué lugar les damos en nuestras vidas contra qué lugar se merecen. Ilusiones que nos dan felicidad imaginaria pero real, que quizás son eso y por qué uno espera más…
La ironía siempre presente, nos termina demostrando que quizás la ingenuidad sea la mejor compañera para la felicidad.
Sea tal el caso o no, este último film de Allen conserva lo mejor de aquellas décadas, no tan bien logradas como Annie Hall o Crímenes y Pecados, pero al fin y al cabo, otra nueva película de Woody. Siempre Allen.
Por Martín Castoro y Agustina Grasso