miércoles, 10 de marzo de 2010

Alicia en el país de Tim

Burton se encontró ante un gran desafío: versionar una obra revolucionaria de la literatura infantil. No se quedó atrás, pero tampoco delante.

La historia comienza con una Alicia ya crecidita poco dispuesta a adaptarse a las reglas impuestas por la clase refinada. Ella creía en lo más profundo de su ser que el mundo de sus sueños podría salvarla de aquella cruda realidad. Por eso decidió perseguir a aquel conejo parlanchín provocador hasta un agujero en medio de la tierra.

Hasta este punto de la historia, el relato parecía ser bastante lineal, pero, teniendo en cuenta que se trataba de una producción del alocado director del “Joven Manos de Tijera”, la esperanza de que todo se transformara en un país “maravilloso” al estilo Burton, todavía descansaba en la profundidad del hoyo.

Sin embargo, cuando la gran Alicia comienza a caer y caer en el orificio, el film no presenta grandes sorpresas. Ni el genio de Johnny Deep (el sombrerero) parecía haber encontrado un personaje más para su gran cofre de creaciones. Ni los efectos 3D parecían hacer valer la pena el recurso. Eso si, la Reina Roja, interpretada por Helena Bonham Carter, no estaría dentro de esta lista, es excepcional.

Esta enumeración demuestra que filmar una obra de la literatura no es tarea sencilla. El espectador carga con un bagaje de expectativas, sobre todo imaginarias, difíciles de ir pendiendo a medida que se desarrolla la cinta. Hasta el gran maestro Alfred Hitchcock pensaba en nunca rodar un libro como Crimen y Castigo de Dostoievski por considerarlo una obra ajena. “Sólo tomaría la historia de base y fabricaría cine”, decía.

Tim, tal vez, se quedó en medio de ese camino. Un camino fascinante que viene creando desde principios de su carrera, al cual este “maravilloso” móvil le quedó chico.

Por Agustina Grasso

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