martes, 1 de marzo de 2011

Barton Fink

Me intriga mucho la creatividad. Cómo surge una idea, sus formas y presentaciones. Ni hablar de la falta de imaginación, qué traspié a la hora de crear… Pero lo cierto es que un escritor debe estar impregnado en ella. Pero la creatividad no es sólo una forma magnífica de ver aquellos ángulos que deseamos encontrar, sino también, los sentidos que le encontramos cuando esos caminos que queremos seguir se encuentran bloqueados.

Dicen que los Hermanos Coen (Hnos. con mayúscula: porque en cine es casi su primer nombre) “crearon” el guión de la premiadísima Barton Fink cuando se encontraban en medio de un “bloqueo de escritor”, durante su anterior película: Miller’s Crossing’. Este bloqueo dio como fruto la idea de una nueva película: el cual se basaba precisamente en eso… Digamos, a la Otto e Mezzo de Fellini. Pero ésta no es la única referencia al cine clásico que encontramos en el film: Hitchcock, Lynch, son sólo algunos de los nombres que acompañan al Italiano en el Hotel Earle, sede ocasional de la angustiosa travesía de Fink en el proceso de la creación.

Un hotel al mejor estilo dantesco, donde la recepción se encuentra en un sótano, donde el sexto piso es elevado hasta el nivel bíblico más apocalíptico; y los pasillos -rigurosos caminos de la mente, plagados de zapatos- anuncian que el fin se encontraba cerca…

Y cómo olvidarse de aquellos personajes que abarcan e inundan la pantalla con sus relatos y necesidades; desde los poco locuaz y casi incomprensibles monólogos del Sr. Lipnick, hasta las extrañas afirmaciones de Charlie: “Cielos, la gente a veces es muy cruel. Si no es mi cuerpo, es mi personalidad”. Pero sin dejar de lado a Barton, que con su extraño peinado (no tan extraño si recordamos el film Eraserhead, de David Lynch) acompaña al film hasta lo más sórdido de su concepción, para terminar sus aventuras casi como empezaron, con una hermosa chica, sentada a la orilla del mar, casi deseando que el mar la envuelva en una marea eterna que inmortalice su pictórica figura.

Si pudiésemos separar la obra en dos, sin duda el punto de inflexión va de la mano con Hitchcock al lavabo para adentrarnos en lo más profundo de la mente humana.

Si así lo quisieron o no, los Hermanos Coen hacen de Barton Fink una obra maestra que no puede dejar pasar por nuestras cabezas sin golpearnos en el interior y hacernos reaccionar de manera abrupta, sacando aquello que siempre vimos, y siempre escondimos.

Por Martín Castoro

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